sábado, 23 de octubre de 2010

El sueño de la razón produce monstruos.


"No hay desborde sin un centro, así que estoy a punto de no seguir desbordándome. Me he causado en bien porque he procurado cuidar el tiempo, pero éste inevitablemente es periférico, y a veces me duermo en ese borde. Entonces despierto con culpa y sin tiempo, más un resfrío sin limonada."
Señor Skin.


Cuando “el sueño de la razón produce monstruos”, por lo menos en el caso del señor Skin*, no queda más que decir guau. Precisamente la belleza de ladrar, o del último ladrido, equivale a la primera resignación –por así decirlo- de la pintura chilena, sin haber pintado absolutamente nada. Nunca antes hubo en territorio nacional semejante acto de representación escénica de pintura alguna, conocido en el lenguaje del cine como “tableau vivant”.
Sin embargo, siendo la pintura original del perro de Francisco de Goya (182?), tan centrífuga en su concepción abstracta, pareciera que el señor Skin o bien confunde el concepto de “periferia” y “borde”, o simplemente accede a la idea de morir en la línea de horizonte real e inquieta del oleaje marítimo, pero no por tumbar su cuerpo sobre esa línea (y luego ser enterrado abajo), sino que dejando conciencia agonizante sobre la superficie, y el cuerpo inmóvil, resignado, húmedo y animal en su viva precariedad subterránea.
No es menor también que en el grabado del mismo Goya y que da nombre a éste extracto de artículo científico (y adaptado para gente mediocre), un hombre de apariencia agotada y agobiada se afirma sin robustez a un escritorio de tan rígida conformación, cuyo lateral sirve de soporte textual y su superficie duda en cuanto papeles dispersos se apoyan en él. ¿Contrato de trabajo? ¿Boletas de honorarios? ¿Tareas pendientes? Todo parece caer al mueble, como si de una íntima revolución del personaje asecha al sistema laboral que dicta la norma social. Eso es nada nuevo, pero aquí viene lo sabroso: lechuzas al acecho del hombre flojo.
¿Habrá relacionado el Señor Skin en su acto mortal a las gaviotas, pelícanos y jotes que rodearon su muerte con un chuncho?
El dibujo que de éste acto realizó el cronista viajero Alexander Bergereaut, a propósito de su viudez luego de la muerte goyeana de su pareja, muestra al señor Skin cual cabeza de perro barbudo y miope, y en su rededor de apariencia infinita una silueta de lomas de balneario mas una nube que según algunos estudios sin certeza científica y de escasa pulcritud, parece un búho huyendo al fuera de cuadro. El dibujo data de 1915 y fue encontrado en una pequeña tiendita de antigüedades de Bogotá durante los años 80’, y en cuyo revés está escrito lo que podrían ser las últimas palabras del retratado y fallecido ciudadano, transcrito por Bergereaut, y que da comienzo a ésta humilde, escasa pero oportuna recopilación de datos.
El dibujo, según el hijo del antiguo dueño de la tiendita de antigüedades, estaría hoy en casa de un metalúrgico en Finlandia, sin registro de identidad alguna.
Del señor Skin solo se sabe que se suicidó como perro en una playa del Pacífico sur, que fue pareja de Alexander Bergereaut (de quien no se sabe más que fue un cronista viajero, cuyo único registro es el dibujo en cuestión y que fue firmado con esa descripción, y que además fue pareja del señor Skin), y que probablemente fue mueblista dada la relación con el escritorio del grabado de Goya.

Breve conclusión: El señor Skin, cansado de una vida mediocre sin horizonte agraciado, buscó su muerte en una pintura europea que hasta entonces había sido escasamente estudiada y por la cual solo convergían hipótesis sobre la locura tardía de Francisco de Goya. Resignado también a su condición de heterosexual, convirtiendo sentimentalmente una hermosa muchacha de desembocadura en una tacaña monstruosidad, opta entonces por un viajero de ansias pintor pero travesti de cuerpo y oficio, como pareja dispuesta a exprimir un limón en el resfrío de la vida afiebrada.
No dispuesto a vender su tiempo en una mueblería de la Chimba (sector norte de Santiago de Chile), viaja al mar más cercano y descansa eternamente en el entonces balneario de ricos, quizás también de su jefe mueblista, y podrido en el altar salado de un océano casi infinito, hizo de su muerte un gesto de mancha pictórica y figurativa, porque seguramente nunca supo o entendió la abstracción de la pintura ni de la muerte misma.



*Pseudónimo psiquiátrico del famoso caso del paciente que creía ser el “Perro semihundido” de Goya, y que hacia el invierno de 1912 se suicidó en el balneario de Cartagena, Chile, permaneciendo durante tres semanas enterrado bajo la arena con solo su cabeza sobre la superficie.

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