jueves, 28 de octubre de 2010

Vendo.

No soy parte de circuito alguno y mi obra vale la tinta de lápiz Bic usada, o sea, unos quince pesos por dibujo (en caso de uno con bastante achurado), pero…


domingo, 24 de octubre de 2010

El sueño de la razón produce monstruos. Señor Skin 2.




¿Por qué Señor Skin?
Según una entrevista grabada en cine de 8 mm y que data de 1967, por el fallecido locutor radial Erasmo Andrade -oriundo de Cabildo y fundador de los “Carismáticos jugadores de Pool”- a la viuda de Pedro Bergeret, quien a su vez fue un dentista titulado en 1897 en la Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad de Chile (primera imagen), y que trató psiquiátricamente durante (posiblemente) el verano previo al suicidio del Señor Skin en la playa de La Herradura (cercana a Coquimbo, Cuarta Región de Chile), bajo el nombre de Alexander Bergereaut para no ser suspendido ni expulsado del gremio, hay un dato clave sobre el porqué del pseudónimo de dicho paciente (presento aquí un mal escáner del Diploma de Título de Dentista, siendo lo único que pude conseguir por medio de herederos).
Esa grabación se convirtió en peineta como casi todo el cine chileno incipiente, salvo el cine de ahora que si bien sigue incipiente, no es peineta pero tampoco es cine. De esa filmación se rescató solo el audio de 37 segundos a raíz de un accidente casero: el hijo de Erasmo Andrade, a eso de unos 19 años y enamorado de su vecina, convence a su padre para proyectar en casa un documental sobre la Tierra del Fuego y que le serviría para atraer la atención de su esquiva amada. Para eso, sacó escondidamente la grabadora de audio de su padre, con el fin de grabar las palabras de la chica y así masturbarse de por vida, o en el mejor de los casos, tener registro de su femenina alusión al encanto por tal familia de aventureros.
El asunto es que el padre locutor en un equívoco fatal para el romance juvenil, pero afortunado para la historia de la psiquiatría mundial y la pintura chilena, proyecta la entrevista a la viuda del dentista; Victoria Bonilla, quien fue una gorda entonces cincuentona y serenense que habla de amistades locales, fiestas bailables con canapés de congrio y del Plan Serena liderado por Gabriel González Videla.
Ahí, Victoria la viuda y a modo de socialité, recita cual poema u oración y durante los últimos catorce segundos de grabación, el deleite profesional de su ex marido santiaguino, bastante mayor que ella y escaso en sonrisa; “El caso del señor Skin”.
Cito textualmente a V.B:
“Mi marido fue casi su padrino de bautismo… le mandaba tortas de zanahoria todos los 9 (…) Iba a buscarlo con cantimplora de esas (de la Europa bélica)… le cuidaba las muelas pero la mesita se la regalé a la Ester. Le decían Totoro y don Pedro dale con el tal Señor Skin. ¿Y sabe que significaba? Síndrome Kafkiano de Incapacidad Neuronal. Nunca me olvidé de eso, aunque no sé de qué se trataba”.

Así mismo, un fragmento digitalizado de la ficha 11 del testamento médico de Bergereaut (segunda imagen), se conserva en la parroquia del Buen Pastor de la comuna de El Bosque, en Santiago, y gracias a la gentil voluntad del Padre Luis Toro hago uso de dicho archivo.
¿Por qué el Padre tiene una copia? ¿Dónde está el original?
El padre cree que llegó a la Parroquia del Buen Pastor a causa de la excomulgación de un obrero serenense, que en uso de su oficio en al año 1984, arregló una filtración de agua del dormitorio del Padre Bernardino Piñera, entonces Arzobispo de La Serena.
Este, a sabiendas y tentado de posibles reliquias sagradas, sacó una cajita cerrada con llave del tocador del Padre Piñera, y urgido después en casarse por la iglesia con una santiaguina muy católica, devolvió a la Parroquia de El Bosque el fragmento de la ficha 11 y un rosario de lapislázuli que le había sido regalado al Padre Piñera de una joven influyente de la época en Paris, su ciudad de nacimiento.
De ahí en más, no se sabe nada.

sábado, 23 de octubre de 2010

El sueño de la razón produce monstruos.


"No hay desborde sin un centro, así que estoy a punto de no seguir desbordándome. Me he causado en bien porque he procurado cuidar el tiempo, pero éste inevitablemente es periférico, y a veces me duermo en ese borde. Entonces despierto con culpa y sin tiempo, más un resfrío sin limonada."
Señor Skin.


Cuando “el sueño de la razón produce monstruos”, por lo menos en el caso del señor Skin*, no queda más que decir guau. Precisamente la belleza de ladrar, o del último ladrido, equivale a la primera resignación –por así decirlo- de la pintura chilena, sin haber pintado absolutamente nada. Nunca antes hubo en territorio nacional semejante acto de representación escénica de pintura alguna, conocido en el lenguaje del cine como “tableau vivant”.
Sin embargo, siendo la pintura original del perro de Francisco de Goya (182?), tan centrífuga en su concepción abstracta, pareciera que el señor Skin o bien confunde el concepto de “periferia” y “borde”, o simplemente accede a la idea de morir en la línea de horizonte real e inquieta del oleaje marítimo, pero no por tumbar su cuerpo sobre esa línea (y luego ser enterrado abajo), sino que dejando conciencia agonizante sobre la superficie, y el cuerpo inmóvil, resignado, húmedo y animal en su viva precariedad subterránea.
No es menor también que en el grabado del mismo Goya y que da nombre a éste extracto de artículo científico (y adaptado para gente mediocre), un hombre de apariencia agotada y agobiada se afirma sin robustez a un escritorio de tan rígida conformación, cuyo lateral sirve de soporte textual y su superficie duda en cuanto papeles dispersos se apoyan en él. ¿Contrato de trabajo? ¿Boletas de honorarios? ¿Tareas pendientes? Todo parece caer al mueble, como si de una íntima revolución del personaje asecha al sistema laboral que dicta la norma social. Eso es nada nuevo, pero aquí viene lo sabroso: lechuzas al acecho del hombre flojo.
¿Habrá relacionado el Señor Skin en su acto mortal a las gaviotas, pelícanos y jotes que rodearon su muerte con un chuncho?
El dibujo que de éste acto realizó el cronista viajero Alexander Bergereaut, a propósito de su viudez luego de la muerte goyeana de su pareja, muestra al señor Skin cual cabeza de perro barbudo y miope, y en su rededor de apariencia infinita una silueta de lomas de balneario mas una nube que según algunos estudios sin certeza científica y de escasa pulcritud, parece un búho huyendo al fuera de cuadro. El dibujo data de 1915 y fue encontrado en una pequeña tiendita de antigüedades de Bogotá durante los años 80’, y en cuyo revés está escrito lo que podrían ser las últimas palabras del retratado y fallecido ciudadano, transcrito por Bergereaut, y que da comienzo a ésta humilde, escasa pero oportuna recopilación de datos.
El dibujo, según el hijo del antiguo dueño de la tiendita de antigüedades, estaría hoy en casa de un metalúrgico en Finlandia, sin registro de identidad alguna.
Del señor Skin solo se sabe que se suicidó como perro en una playa del Pacífico sur, que fue pareja de Alexander Bergereaut (de quien no se sabe más que fue un cronista viajero, cuyo único registro es el dibujo en cuestión y que fue firmado con esa descripción, y que además fue pareja del señor Skin), y que probablemente fue mueblista dada la relación con el escritorio del grabado de Goya.

Breve conclusión: El señor Skin, cansado de una vida mediocre sin horizonte agraciado, buscó su muerte en una pintura europea que hasta entonces había sido escasamente estudiada y por la cual solo convergían hipótesis sobre la locura tardía de Francisco de Goya. Resignado también a su condición de heterosexual, convirtiendo sentimentalmente una hermosa muchacha de desembocadura en una tacaña monstruosidad, opta entonces por un viajero de ansias pintor pero travesti de cuerpo y oficio, como pareja dispuesta a exprimir un limón en el resfrío de la vida afiebrada.
No dispuesto a vender su tiempo en una mueblería de la Chimba (sector norte de Santiago de Chile), viaja al mar más cercano y descansa eternamente en el entonces balneario de ricos, quizás también de su jefe mueblista, y podrido en el altar salado de un océano casi infinito, hizo de su muerte un gesto de mancha pictórica y figurativa, porque seguramente nunca supo o entendió la abstracción de la pintura ni de la muerte misma.



*Pseudónimo psiquiátrico del famoso caso del paciente que creía ser el “Perro semihundido” de Goya, y que hacia el invierno de 1912 se suicidó en el balneario de Cartagena, Chile, permaneciendo durante tres semanas enterrado bajo la arena con solo su cabeza sobre la superficie.