domingo, 4 de mayo de 2008

Sobre la caricatura de ser El Hombre elefante.

Retrato de David Lynch.
El buen cineasta norteamericano David Lynch, con aciertos magistrales como Blue Velvet (1986), de formación pintor, traduce claramente las formas en relatos cinematográficos. Lleva el diseño, el dibujo, a la conformación del cine, en el sentido espacial de la película mencionada y la condición morfológica en su anterior película El Hombe elefante (1980).
Esta última, película a pedido y de producción inglesa, trata la historia real de John Merrick, un hombre que sufrió una tremenda deformación física en el viejo Londres Victoriano. Siguiendo la tradición bufónica de las cortes europeas, donde el gran Velásquez acertó en retrarar a los humanos enanos del palacio español, Merrick fue objeto de exhibición en circos freacks como fenómeno de la naturaleza.
El horror, el sufrimiento, el morbo y el humor negro es la “cara” histórica de lo que yo llamaría caricatura, intentando alejarme del ejercicio caricaturesco liviano de retratos de veredas.
Hay en la oscuridad de la tragedia un fundamento en el que se basa parte del oficio del caricaturista, buscando el problema y exponiendolo con libertad en una obra gráfica.

Volviendo al Hombre elefante me remito a pensar que su deformación física, de resultado tan parecido a la pintura de Bacon, habla de una crítica a la sociedad de la que formó parte, siendo una suerte de caricatura del hombre común; una exageración de los problemas del hombre. Y en definitiva, la alteración del orden puede servir, creo yo, para abrir los ojos y descubrir la esencia de una situación, de una persona y de una sociedad.

Si el John Merrick de la película es una caricatura, no me cabe duda; una en blanco y negro y que por cierto no hace reír.

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