
El cuadro de Goya “Perro semihundido” de la década de 1820 es mi pintura favorita. De ahí nace ésta pintura mía, cuya cabeza de perro se asoma en una tela mal estampada.
El error de fabricación de la tela me sirve para componer por capas horizontales, tal como el cuadro de Goya o la película “Terciopelo Azul” de David Lynch. Una cabeza apenas asomada sobre la superficie, cuyo subsuelo parece esconder –además del cuerpo del perro- el mal del mundo.
Un animal siendo aparentemente atrapado, una superficie errónea.
Más que otorgarle lecturas a la pintura, es un ejercicio manual luego de ir a buscar telas a la calle Bandera. Un trabajo de maquinarias industriales con error de ejecución y una actividad mental y artesanal en la que termino pintando una cabeza de perro por puro gusto. Gusto por Goya, por Lynch, por los perros y por pintar.