
Escucho Chavela Vargas y por desmemoriado no traje a internet mi sombrero cowboy Marlboro que venden en las calles del sur de América a dos lucas. Más al norte, aún más de la callejera Vargas, en California vivió y murió uno de los Hopper que valen la pena.
Un 17 de mayo, pero cuarentaiun años antes que yo, nació Dennis, quien hasta hace unas horas exhalaba un aire algo denso y que de tanto haber respirado, concibió algunas apariciones cinematográficas por lo menos memorables.
Haber sido compañero de reparto de James Dean es sólo un comienzo. Haber filmado En busca del destino es una carretera intermedia e influyente, y respirar ayudado por una máscara de oxígeno, dada su excitación por un trozo de terciopelo azul rozando la vagina rosselliniana, es una plataforma cinematográficamente inmortal.
El amigo americano, tan reventado y lúcido, terminó estampando una estrella en LA con apenas 45 kilos, pero su tumba probablemente pesará unos cuantos cientos de kilos que nada aportan algunos generosos gramos de cocaína ni litros de alcohol puestos en sus bolsillos. No, más bien el vecino y alcalde de la tranquila aldea de Lumberton celebrarán el término de un espejo soberbio y macabro de sí mismos, y custodiarán que ese Hopper (el malo) no salga más de la tumba, para por lo menos asegurar que no nos preguntemos “¿porqué el mundo es extraño?”.
A Dennis Hopper con admiración y cariño.
Un 17 de mayo, pero cuarentaiun años antes que yo, nació Dennis, quien hasta hace unas horas exhalaba un aire algo denso y que de tanto haber respirado, concibió algunas apariciones cinematográficas por lo menos memorables.
Haber sido compañero de reparto de James Dean es sólo un comienzo. Haber filmado En busca del destino es una carretera intermedia e influyente, y respirar ayudado por una máscara de oxígeno, dada su excitación por un trozo de terciopelo azul rozando la vagina rosselliniana, es una plataforma cinematográficamente inmortal.
El amigo americano, tan reventado y lúcido, terminó estampando una estrella en LA con apenas 45 kilos, pero su tumba probablemente pesará unos cuantos cientos de kilos que nada aportan algunos generosos gramos de cocaína ni litros de alcohol puestos en sus bolsillos. No, más bien el vecino y alcalde de la tranquila aldea de Lumberton celebrarán el término de un espejo soberbio y macabro de sí mismos, y custodiarán que ese Hopper (el malo) no salga más de la tumba, para por lo menos asegurar que no nos preguntemos “¿porqué el mundo es extraño?”.
A Dennis Hopper con admiración y cariño.