jueves, 1 de julio de 2010

Invierno nuestro.

Llega el invierno y asumo por costumbre que mi bigote sube siguiendo una sonrisa de gratitud venosa. Se me inflan así los cachetes que ahora podré adornar con gorro y gorras, abrigo, chaquetas y los dos chalecos tejidos por mi madre. Los bototos de mi Lumberton escolar, que me enamoraron hace unos 15 años en una vitrina provinciana e hicieron de los zapatos de mis vecinos obreros unos muy cool, sin punta de fierro pero que aún siguen de moda, son exactamente los mismos que siguen forrando mis pies y pisando veredas viajeras y sobretodo sedentarias. Al igual que mis Levis antes azules, traídos por mi hermana azafata de estados unidos también a mediados de los noventa, y que ahora son de cualquier color pero sí rotos en rodillas. Por ello las viejas me hastían con el frío de mis huesos y las jóvenes, como no, asoman sus manos en la rotura intentando subir por dentro al territorio tibio de mi sexo.

Llega la pintura –espero- en formatos diversos que coparán -también espero- mi casa/taller de obras/vida. Podrán seguir los velorios tristes y el hueveo cualquiera, pero por mientras intentaré cuidarme del abuso de chelas, borradas mentales y escape de finanzas.
Mi adolescencia 2010 la maduré a golpes, en visitas a hospital y comisaría, puteando a enfermeras y pacos. Ellas terminaron de dejarme con menos labio inferior y ellos, que con llave marcial me lanzaron a la vereda primero, a mi vuelta vacía y alegatoria corrieron tras mí hasta una calle próxima, donde horas antes una gorda enorme (la chanchita) me atacó y agarró todo –incluyendo mis tibiezas- y salió la muy huevona con mi celular.
Llega el invierno y con ella la pintura, arrebatando la adolescencia estúpida y dejándome desnudo pero abrigadito en mi taller, como en un entretecho infantil de sonora lluvia y primeras pajas, o en un galpón neoyorkino donde supongo metro de nieve exterior. El Mapocho amarra esos Cautín y Hudson, siempre cerquita, dispuestos a la vida, al descubrimiento y a los Tajamares sepultados que no me saco de la cabeza. Debo pintar al Mulato Gil, tan contemporáneo de los Tajamares, del Cal y Canto como de Goya. Eso, mi puente con Goya es el Cal y Canto, que cayó como el perro semihundido.
Tengo que inventarme el Prado en el Forestal para ver a Goya y Velásquez, construirme el puente, previo paso por el Saturno devorando al hijo de Rubens. El Metropolitan también, aunque sólo sus salas de Van Gogh con el cuadro pintado a dos caras y con hoyito de miseria, otros Rembrandt, Velásquez, Lucian Freud, Kieffer y Pollock.
Volver a la U y su Libertadores interrumpida post Mundial. Llevar a mi sobrino Santiaguito al estadio, vestirme con la 10 noventera del Leo Rodríguez que se la regalaré a los 15, y él si quiere va con su 10 de Messi. Releer a Nicanor antes que se nos vaya, y bueno, pintar y sobretodo pintar, con el cd pirata de fondo que me regaló Lobo dos veces, ese de Nolte a tres semanas de exponer y sonando en radio chancha Whiter shade of pale, Nessun dorma, Dylan y discografía de Scorsese.

Los asuntos están extraños y me parece una clara señal el deterioro que ostento a pesar de estar en un estado agradable en general.
Desorden abusivo, tanto en mi casa como en el manejo de plata y cerebro, más dolores físicos productos de golpes borrachos y un estado de desamor al centro de un cuadrilátero, tal cuadro de Bacon pero con la textura de Rembrandt. Un mundo extraño pero distinto al descubierto por Jeffrey Beaumont en Blue Velvet, donde no hay Frank Booth pero sí un Hopper muerto, y que es de esperar que se pose un petirrojo también en mi ventana como anunciando un buen venir. Lynch lo sabe, Booth a la cárcel y Hopper al cementerio; yo sigo viviendo, y para mas remate, enamorado en una silla de playa.

Están quedando cagadas con algunos chicos del montón. Ya escribí; Dennis Hopper murió esquelético y triste de maldito cáncer, Charly ya no está a punto en el noveno piso, y lo vi en vivo hace no más de un año gordito, demasiado cincuentón. Cerati (que no es de los míos pero sí fue y es banda sonora) como que jodió feo y no se sabe que tal, pero el Diego les está cobrando revancha, así que ¡Dale Argentina!!!

Por último, primer paso: le copio guión Blue Velvet a Lynch pero en versión pintura de Piel, posando un petirrojo en mi taller para que despierte la sangre circulada en dos cuerpos y no la sangre derramada de solo uno; el mío.
En cuanto lo encuentre iré al bar del Maricón Arturo para ver a Ben, también le haré llegar Borbón a Frank en su celda, haciéndome el cojo Toulouse Lautrec con un bastón de interior petaca; a Dorothy Vallens espero verla con su hijo y en buena vida, y finalizando los trámites pasaré a buscar a Sandy en mi convertible para llevarla no sé dónde, diciéndome ella con su mano en mi pierna que “el amor puede solucionarlo todo”. Idea que a través de su pelo al viento frío dibuja una carretera invernal hacia el mar o el sur.

2 comentarios:

Lobo Collinao dijo...

El abuso de leche es una forma de purificarse, pero jamas eh visto a un novillo beberla, esos queda para los primeros años. Abrigarse con el abrigo de Baco es mejor. la influenza de Charly altamente recomendable para esta temporada invernal,Tus bototos me hacen recordar a un amigo titulado Bototo pintor Naif que debe estar entre Tierra del fuego y Chiloe.
Que la banda Sonora de Scorsese acompañe tu Lienzo. Muy buen texto y excelente dibujo..lo que provoca la abtinencia o el recuerdo de Muchas Chelas limpiando los riñones.

Piel dijo...

La leche chocolatada Colún en bolsita colgó en mi boca durante mi residencia infantil. Esas cosas quedan, y perdón, pero como el Diego en pantalla en mi adolescencia y ahora en mi alma.
La chocolatada se reemplaza ojalá por whisky, Maradona por nada.